Extensas pasturas en la ruta de la ciudad de Tambobamba, capital de Cotabambas, a la comunidad de Arcospampa-Congota, distrito de Mara.
Durante el Horizonte Temprano (500 a. C. – 300 d. C.), se presume la presencia de los pucarás, provenientes de la meseta del Collao.
Se presume la presencia de la cultura Tiahuanaco.
La cultura Wari extiende y refuerza su influencia sobre los territorios de la actual provincia de Cotabambas.
El cerro Calvario, a las afueras de la ciudad de Tambobamba, es un punto de peregrinaje, en especial durante la Semana Santa. Allí se encuentran las pinturas rupestres de Llaqlla: llamas y figuras humanas pintadas en rojo.
Algunas delas casi 400 llamas reasentadas de Fuerabamba a las alturas del fundo Yavi Yavi, provincia de Chumbivilcas, Región Cusco.
Los dos grandes grupos de idiomas en el Perú prehispánico (la vertiente del quechua y la vertiente del aimara) se hablaban en Apurímac entre los años 600y 1100 d. C., época en la que floreció la civilización Wari. La influencia de otra cultura altiplánica, Tiahuanaco, añadiría a esta mezcla un tercer elemento: la lengua llamada “protopuquina”. Tiempo después, cuando los chancas e incas empezaban a expandirse, surgió en la región una lengua con elementos predominantemente quechuas.
Durante el incanato, el quechua fue “La lengua general del Inga [Inca] [...] de uso universal en todas partes”, como anotaba en el siglo XVI el jesuita José de Acosta, y la influencia de este idioma en Cotabambas se fortaleció. Llegada la Colonia, se toleró, e incluso incentivó, el uso del quechua, con el fin de facilitarlas tareas administrativas. Hoy, el quechua es el segundo idioma más hablado en el Perú y mantiene su vitalidad en Cotabambas, junto con el español.
Muestras de vida en Markaphuchunku, complejo arqueológico en el distrito de Challhuahuacho: las flores anaranjadas pertenecen al cactus Matucana rebutiiflora y las huellas (página opuesta) a horadaciones animales de tiempos remotos.
Se desarrollan en la región los yanawaras, cotaneras, cotapampas y chumbivilcas, de los cuales provienen, en parte, los cotabambinos de hoy.
El inca Cápac Yupanqui somete por primera vez a las poblaciones de la región. Hacia 1438, el inca Pachacútec completa el proceso.
Cae el Imperio incaico y el actual territorio del Perú pasa a ser colonia de España.
Se explota la mina de oro Qochasaywas, en el distrito de Progreso (hoy provincia de Grau).
Músicos de la comunidad de Ccapaccasa, distrito de Mara. En la música contemporánea local, se encuentran la voz femenina, el arpa andina, el violín y la quena.
El awki, o maestro del ritual, convoca a los comuneros de Fuerabamba a realizar un pago a la tierra. El rito se inicia con un feto de llama, sebo y hojas de coca sobre un manto ceremonial, el que también tiene claveles, maíz fresco y seco, y grageas, entre otros objetos t’inkados(bendecidos) con oporto e invocaciones. Durante la primera parte del pago, los participantes deben lanzar sus samay (alientos) a la coca sagrada.
Se declara la independencia del Perú.
Cotabambas es fundada como provincia por el gobierno del general libertador Simón Bolívar.
Se crean oficialmente los distritos de Mara, Haquira y Tambobamba, cuyo centro poblado mayor pasa a ser la capital.
Uno de los cultivos más importantes de Cotabambas es el de papas nativas. En ciertas comunidades, se conocen hasta ochenta variedades de este tubérculo. Con la papa se hace el chuño o ch’uñu, término quechua que, “según el vocabulario de Diego González Holguín(s. XVI) significa ‘papas passadas con el yelo al sol’”, apunta la lingüista Martha Hildebrandt. Es un producto muy utilizado en las cocinas de las zonas andinas de Perú y Bolivia, pues con él se preparan sopas, guisos e incluso postres. El chuño puede ser blanco o negro, dependiendo de su procesamiento, pero en ambos casos, lo esencial es que las papas se dejan congelar en el frío de las alturas de los Andes y luego se elimina el agua que contienen, un proceso al que los científicos llaman liofilización natural.
Ovejas arreadas por los pastores para su alimentación matutina en la comunidad de Arcospampa-Congota, distrito de Mara.
Núcleo de viviendas tradicionales de piedra, barro e ichu, en el caserío Huancarpalla, perteneciente a la comunidad campesina de Fuerabamba, año 2007.
Devotos encienden velas a Jesús, la Virgen María y San Antonio Abad, en el templo Santiago Apóstol de Patawasi, distrito de Haquira. San Antonio es uno de los patrones tutelares de la zona, pues también protege al ganado de enfermedades, y es el santo venerado cuando se realiza el takanakuy, o pelea consentida, cada 17 de enero. La imagen muestra el encuentro de tradición y modernidad, tanto en la vestimenta local como en la mezcla de efigies recientes, con murales realizados durante el auge barroco dela Colonia.
La iglesia de San Miguel Arcángel en el pueblo de Ccocha es una de las cinco edificaciones religiosas barrocas construidas en el distrito de Haquira. Este templo fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación en octubre de 2010.
Bóveda del templo de San Pedro en Haquira, capital del distrito. En su decoración barroca destacan los monos tallados cerca de la entrada, las flores autóctonas y un león alimentándose de uvas. Esta iglesia fue restaurada hace menos de una década y en ella destacan las celebraciones marianas: entre las principales, están las de las vírgenes Asunta, de Cocharcas y del Rosario.
Muestra de fe durante la festividad del patrono principal de Patawasi, Patrón Santiago, celebrada entre los días 23 y 26 de julio de cada año. Es considerado el santo protector de los animales domésticos y además el que fomenta su sana reproducción.
Tras el asesinato del político Rafael Grau, la provincia de Cotabambas cambia de nombre a Grau.
Se constituye el distrito de Coyllurqui el 19 de noviembre..
Se funda el distrito de Progreso, en la actual provincia de Grau, el 17 de marzo.
Los cotabambinos han participado en los grandes eventos de la historia nacional y defendido al país en situaciones azarosas del periodo republicano. En la foto, Baltazar Ayerve Gamarra posa con su hijo, Justino Ayerve Farfán.
Nueva demarcación política de la provincia de Cotabambas. Parte de su antiguo territorio se mantiene en la contigua provincia de Grau, con capital en Chuquibambilla.
Se crea el distrito de Challhuahuacho el 20 de noviembre.
Se da en concesión el proyecto minero Las Bambas.
Feria dominical en la plaza de Armas del poblado de Challhuahuacho en noviembre de 2007. Por aquellos tiempos, el comercio había recién comenzado a basarse en el dinero, dejando de lado el tradicional trueque: antes, un puñado de chuño de las alturas de Challhuahuacho se intercambiaba por un plátano; y seis puñaditos servían para obtener una lata de atún, un paquete de fideos o azúcar.
A mediados de agosto, en “La Despensa”, distrito de Haquira, los conocedores de los astros y del clima, es decir los arariwa y los yachaq, trabajan en un laboratorio agrícola para determinar la productividad de los cultivos en el siguiente año agrario. Los resultados luego se transmiten a las comunidades apurimeñas de Cotabambas, Grau y Antabamba, y a la vecina provincia cusqueña de Chumbivilcas.
Caballo disfrutando de las pasturas cerca de la cascada de Fosaqota, en Mara. Los comuneros de Arcospampa-Congota sostienen que esta fuente de agua está encantada y requiere de una t’inka (ofrenda) para evitar daños a la comunidad.
Avioneta de carga de Pan American Grace Airways o PANAGRA, como se le conocía popularmente, elevándose para cruzar el cañón del río Apurímac en su ruta al Cusco. Estas avionetas aterrizaron y despegaron del aeródromo de Huanacopampa entre 1930-1952 para transportar el mineral extraído de Qochasaywas, distrito
El caballo se incorporó a la vida cotidiana y festiva de Cotabambas. Se le considera un aliado para vencer la geografía escarpada, pero ante todo, un compañero de aventuras. En la fotografía, un equino de gran alzada y otro más bajo, el afamado ch’iru que resiste el frío y la fatiga, en exhibición ecuestre durante la festividad de la Virgen Asunta en Chila.
El caballo se incorporó a la vida cotidiana y festiva de Cotabambas. Se le considera un aliado para vencer la geografía escarpada, pero ante todo, un compañero de aventuras. En la fotografía, un equino de gran alzada y otro más bajo, el afamado ch’iru que resiste el frío y la fatiga, en exhibición ecuestre durante la festividad de la Virgen Asunta en Chila.
El visitante que asciende por primera vez a este lugar repara en una característica frecuente del paisaje: el cielo pareciera encontrarse mucho más cerca de lo acostumbrado. No es de extrañar. La provincia de Cotabambas, en la Región Apurímac, superan varios puntos los 4.000 y hasta 5.000 metros sobre el nivel del mar, y es uno de los parajes montañosos más sobrecogedores del Perú.
Allí, los apus o montañas sagradas son reverenciados hasta el día de hoy por una gran cantidad de peruanos, muchas de cuyas costumbres son anteriores al encuentro de América con Europa. El imponente nevado Mallmanya, por ejemplo, ubicado en la vecina provincia de Grau pero visible desde Cotabambas, “es considerado ‘padre’ y ‘señor’ de los habitantes nativos dela región”, como señala Máximo Quispe Gallegos, residente del distrito de Progreso, en Grau. “A él se dirige tradicionalmente la gente para pedirle lluvia, sacrificándole cuyes negros en sitios que cada pueblo tiene señalados”.
En el Mallmanya, también se pronosticaba el tiempo en la antigüedad. Desde el nevado se determinaba, observando la constelación llamada Qoto, si habría un buen año agrícola o no. En la tradición occidental, se conoce a este grupo de estrellas como Las Pléyades.
La constelación Qoto está formada por doce estrellas. Cuando [...] aparecen muy brillantes y grandes, se interpreta que será un buen año
, añade el relato de Quispe. El pronóstico se sostiene en las noticias recibidas de los yachaq o sabios del distrito de Haquira, en Cotabambas.
Hay allí un lugar conocido como “La Despensa”, donde se realizan ritos agrícolas. El antropólogo Josafat Roel señala que “La Despensa” se encuentra en el distrito de Haquira.
Allí siembra la gente en agosto las semillas de […] plantas alimenticias conocidas en la región, y [...] observando el desarrollo de estas plantas se conocen cuáles serán las [...] que den mejores cosechas y en qué cantidad, cuántas heladas se han de producir durante el año y cuáles de las tres épocas de siembra son las más apropiadas.
Esto es de gran importancia, pues en esta región de condiciones geográficas tan difíciles, la mayor parte de la agricultura es de subsistencia y las familias dependen de ella para su alimentación.
Prácticas como las mencionadas se han observado desde la antigüedad, y son piezas clave para entender el carácter multifacético de Cotabambas y sus alrededores.
La minería es otra de las actividades que han tenido gran importancia en esta región. De hecho, desde mucho antes del Imperio incaico, que surgió en el siglo XIII y floreció en buena parte del actual Perú y Sudamérica entre los siglos XV y XVI, ya había etnias que extraían y trabajaban el cobre, la plata, el oro o el estaño. De estos minerales, el oro se obtenía “en lavaderos fluviales y también en minas [...] Los otros metales más usados en los Andes [...] se obtenían de las minas, tanto en socavones [...] como de lavaderos superficiales”, anota el historiador Franklin Pease.
La misma palabra ‘Cotabambas’ significa “pampa de los molinos” en su acepción quechua. La historia registra que, en este lugar, se realizaba antiguamente el proceso de molienda de minerales, de los que se extraía oro y plata. El señor Jorge Salas Peña, de la comunidad cotabambina de Ccalla, explica este significado y afirma lo siguiente: “[Había una] mina antes, donde molían oro, donde molían maíz. Por eso se llama Kutaq Pampa. Es por eso que su nombre es Cotabambas ya en castellano”. Sin embargo, aún no existe consenso sobre la etimología de ‘Cotabambas’: de hecho, la acepción aimara del término es “pampa de las lagunas”.
Lo que sí se sabe es que los ancestros prehispánicos más importantes delos habitantes de esta región pertenecieron a la cultura yanawara. En granmedida, ellos definieron la identidad cotabambina, y su influencia se puedeapreciar hasta hoy. El historiador Víctor Angles afirma:
[En quechua, la palabra ‘yanawara’] viene de yana que significanegro y también significa enamorado(a); y wara, que correspondea una prenda de vestir masculina, consistente en un pañete deforma triangular. […] El joven varón usaba el pañete para cubrirsus partes íntimas […] La Wara se imponía al joven púbero en elcurso de una ceremonia [de transición de la niñez a la vida adulta,conocida como] Warachikuy, declarándolo hábil para la guerra.[…] Por consiguiente, yanawara significa [...] [pañete] negro.
Los yanawaras abandonaron un día sus chacras (granjas) junto a las quebradas,y subieron a los cerros y a las colinas para salvaguardarse de los ataques delos temibles guerreros chancas (pueblo que floreció en esta región entre lossiglos XIII y XV d. C.), como cuenta Angles. En las alturas, llegaron a construirciudadelas completas, como aquella de piedra llamada Markansaya, enel distrito de Haquira. Adoraron a muchos dioses, y sus animales sagradosfueron la serpiente, el cóndor y el puma. Desde luego, “rindieron culto a susapus, considerando a Mallmanya como el Dios Tutelar”, según afirma el investigador Edmundo Montes Ataucuri en su Historia de Cotabambas.
Las montañas sagradas o apus, como el ya mencionado Mallmanya, sonseres sobrenaturales, y quizás el de mayor prestigio en toda la regiónsea el Coropuna, que se encuentra en la provincia de Condesuyos, Región Arequipa. Este era considerado, desde tiempos antiguos, el lugar a dondelas almas de los muertos peregrinaban. Allí, en el interior de la montañanevada, quedaba “el pueblo de los de la otra vida”, señalan los antropólogos Ricardo Valderrama y Carmen Escalante en su artículo Apu Qorpuna. Llegaral Coropuna era una odisea para estas almas: había que pasar sucesivamentepor los pueblos de los perros, los gatos, las gallinas, los cuyes y las ollasde cocina, y lidiar con los reproches de animales y objetos. Las almas quealcanzaban su destino llegaban a la paz eterna, un lugar feliz donde vivían sin las penurias de la vida terrenal.
Vista desde Qaqa Cárcel, presidio del siglo XVII, ubicado en el peñón de Soqyaqasa, en la ciudad de Haquira.
Las chullpas circulares son parte del paisaje de Markansaya.
Instrumento de viento modelado en forma de toro, distrito de Challhuahuacho.
Rituales ancestrales, registrados incluso en épocas recientes, dictan que un “arreador de almas” (un hombre viudo de la comunidad, por lo general un anciano) se encarga de conducir los ritos funerarios y vigila que el alma del muerto llegue al nevado. Para ayudarse, lee las estrellas. Valderrama y Escalante recogen este testimonio: “Si la estrella se entra tranquila con dirección al poniente, el alma se ha entrado al Qorpuna [Coropuna]”. El cuerpo se entierra en alguno de los cementerios señalados por las apachetas, monumentos de piedras de carácter sagrado que van formándose con el aporte de los transeúntes. “Nuestros panteones son en las apachetas, ahí donde se cruzan cuatro o cinco caminos y las almas, al estar ahí, ya se ganan sus oraciones de todos los caminantes”, menciona otro testimonio citado por los mismos autores.
Paisajes lacustres de Cotabambas, hábitat de pumas, cóndores y vicuñas. Estas últimas son resguardadas por los miembros de la comunidad de Huarccoy, quienes las reúnen periódicamente en el chaku, actividad que conlleva capturarlas sin dañarlas, trasquilarlas, contabilizarlas y devolverlas a la vida silvestre.
La antigua provincia de Cotabambas contaba con nada menos que 94 lagunas. No sorprende, entonces, que su nombre signifique “pampa de las lagunas” en lengua aimara. Este lugar se ubica entre los pisos ecológicos de la zona altoandina (de 4.000 a 5.000 metros sobre el nivel del mar) y, en menor medida, de la zona mesoandina (de 2.000 a 4.000 metros) y la zona inferior andina (de 1.000 a 2.000 metros). En la zona altoandina, las formaciones vegetales que predominan son los pajonales. Entre la vida natural de la región, se pueden mencionarlas vizcachas (Lagidium peruanum) y una diversidad de roedores, así como algunos carnívoros como el puma o león de montaña (Puma con color) y el gato montés (Leopardus colocolo).También viven aquí perdices y palomas, y, en ocasiones, se puede avistar al cóndor andino (Vultur gryphus).
La espiritualidad es parte integral de los pueblos de la zona, y el impresionante paisaje natural que los rodea forma parte de esta cosmovisión. En 1948, el intelectual cotabambino Edmundo Delgado Vivanco afirmaba que “es el apu personificado en el accidente [geográfico] el que da vida a la comunidad, el que se multiplica y adquiere cualidades maternales para dar vida a sus moradores”.
En esta región, las montañas están relacionadas también con los metales preciosos. Hay una mina de oro en Qochasaywas que los antiguos habitantes de la zona trabajaron, y que ya se había convertido en un gran centro de acopio de este metal para cuando los incas llegaron a su época de apogeo. Qochasaywas está en la provincia de Grau, específicamente en el distrito de Progreso. Vínculos históricos y culturales unen a Progreso con Cotabambas. Aún hoy se puede ver en este distrito infraestructura de inicios del siglo XX (una planta de procesamiento de minerales, por ejemplo) que es testimonio de la riqueza de este lugar. Progreso es, además, el distrito donde nació una de las grandes cantautoras latinoamericanas del siglo pasado: Chabuca Granda, quien solía mencionar poéticamente su infancia “entre vetas de oro”.
Una historia recogida hace apenas unos años señala nuevamente al nevado Mallmanya y muestra la vitalidad del pensamiento mágico en los Andes peruanos. En ella, aparece una figura mítica: el toro, animal que llegó a estas tierras traídas por los españoles, y que en el mundo andino se asocia con la prosperidad. El relato cuenta cómo un toro hecho íntegramente de oro escapa de la laguna de Qochasaywas, adyacente a la mina, y se dirige al apu Mallmanya, el dios tutelar. Rodolfo Sánchez Garrafa, investigador de la zona, recoge el siguiente testimonio: “Es cierto que el toro escapó de la laguna de Qochasaywas [...] incluso trataron de cogerlo [...] pero no pudieron detenerlo el toro volteó hacia Mallmanya. Se le veía brillante al toro, la gente lo vio [...]”.
Es interesante anotar que, pese a no ser natural de estas tierras, el toro fue inmediatamente asimilado por la cultura andina (el ganado vacuno llegó al Perú en 1539 y la primera corrida de toros en suelo peruano se realizó en1540). Para los habitantes de ese tiempo, el toro representaba “la personalidad de un ser anterior a él y venerado, ‘el Amaru’”, como indican Valderrama y Escalante. Según el diccionario compilado por Philip Jacobs, amaru significa “culebra; serpiente; serpiente grande; anaconda”.
Otro vecino de la zona, a quien también cita Sánchez Garrafa, cuenta lo siguiente:
Mallmanya es rico, mucho más desde que el toro de las minas de oro de Qochasaywas se vino hacia sus lagunas, a Suyruqocha y Waskhaqocha. [...] Cuentan que un minero le arrojó al toro gigante [...] una barreta y le partió uno de los cachos, sólo ese cacho de oro pesaba dos o tres quintales. Cuando fueron tras él, siguiendo sus huellas, dejaba por partes su excremento que también era de oro. Mucha gente ha muerto persiguiendo el toro.
Este ser mítico se relaciona no solo con la prosperidad minera sino también con los buenos auspicios para la reproducción del ganado, otra actividad que se realiza en la zona de manera tradicional.
El carácter sobrenatural del relato no solo está en el toro, por supuesto, sino también en la laguna. En efecto, muchos pueblos andinos consideran que una laguna puede ser “macho” o “hembra” y estar relacionada por matrimonio con otra laguna. Por ejemplo, la de Qochasaywas es “hembra” y está “casada” con la laguna Qaqansa, que se encuentra en la vecina provincia de Chumbivilcas, parte de la Región Cusco. El intercambio de aguas éntrelos “esposos” propicia uno de los eventos más esperados en la vida de los pueblos agrícolas: la lluvia, que en esta zona aparece entre los meses de noviembre y diciembre y se prolonga hasta el mes de abril.
Durante la temporada de lluvias, el caudal de los ríos crece, y entre abril y mayo, disminuye y comienza la sequía. Es en esta temporada, la época seca, que los habitantes de la zona cosechan sus tierras, pues luego, entre junio y agosto, reinan el invierno y sus fuertes “heladas”, y la temperatura en un mismo día puede tener fluctuaciones de hasta quince grados centígrados. Es un clima extremo. Sin embargo, el invierno también es la época que los pobladores del lugar han aprovechado desde siempre para elaborar un ingrediente esencial en su alimentación: el chuño.
Si el visitante de Cotabambas se encuentra a la orilla de una de sus lagunas o ríos en invierno, cuando el sol se pone, tal vez pueda escuchar a una mujer o a un hombre que prepara el chuño y entona un canto en un género musical andino llamado huayno. Los huaynos pueden ser alegres, aunque también muy melancólicos, y en sus letras asoman con frecuencia los ríos. Una composición tradicional de estas tierras dice:
Río de Apurímac
río caudaloso
ccanmari casccankinoccacc
uchai pacacc.
Río de Apurímac
río caudaloso
tú habías sido
el que oculta mis pecados.
Entre los ríos más importantes de Cotabambas están el Ñahuinlla y el Challhuahuacho. “Por el lindero Norte de Cotabambas corre también otro río mayor, el Apurímac, que abunda en peces hermosos”, escribe Germán Stiglich en su Geografía comentada del Perú. El escritor José María Arguedas escribió en 1942 que el Apurímac (en quechua, “el dios que habla”) tiene una voz que:
[S]e oye en todas partes. Corre por el fondo de las quebradas más profundas que es posible imaginar. [...] De las cimas parece una veta blanca, retorcida, fija y muda. Pero su sonido grave brota del fondo de la quebrada inmensa; jamás se calla, es como el canto profundo del abismo increíble que empieza en la nieve y termina en la selva. [...] No se ve el río pero su canto grave y eterno lo cubre todo.
Los primeros misioneros católicos en llegar a Cotabambas fueron padres agustinos, quienes en 1570 fundaron el Convento de San Agustín de Cotabambas, centro de evangelización en la zona. Cerca de un siglo después, en la arquitectura de la provincia empezaría a florecerlo que los historiadores llaman el “barroco andino”, un estilo arquitectónico europeo con decoraciones de influencia americana. Este estilo define a las iglesias en el sur del Perú desde finales del siglo XVII hasta las últimas décadas del siglo XVIII (desde Arequipa, en el sur peruano, hasta Potosí, en Bolivia, incluyendo la meseta del Collao). La iglesia de San Juan Bautista en San Juanee Llac-Hua, en el distrito de Haquira, es un ejemplo claro de esta modalidad de barroco: su remodelación de1778 incorporó elementos decorativos afines. También en ese distrito está la iglesia de San Pedro de Haquira, construida a finales del siglo XVII e inicios del XVIII y luego remodelada con elementos del barroco andino. La iglesia de San Martín de Tours, hoy en ruinas; la de San Miguel Arcángel, en la comunidad de Ccocha; y la de Santiago Apóstol, en la comunidad de Patawasi, son otros ejemplos notables de arquitectura y decoración, y dan testimonio de la importancia que tuvo este centro religioso bajo el dominio español.
Inscripción tallada en el templo de San Pedro en Haquira, que da fe del año final de su construcción: 1708, cuando fue consagrado a María Santísima. Esta iglesia se comenzó a edificar en1671 y fue parte de la corriente estilística barroca del sur andino.
No sorprende, entonces, que en su libro El río en el folklore, el intelectual Edmundo Delgado Vivanco haya escrito que los ríos no solo les sirven a los peruanos de los Andes para la agricultura, sino que “musicalizan su ambiente”. En el mismo libro, se afirma que hay huaynos de la nieve, dela lluvia, de los manantiales, de las lagunas y de los ríos, y que muchas de estas canciones describen una misma escena: una pareja de amantes trata de vadear el río, pero uno de ellos queda “trágicamente desaparecido en las torrentadas”. El siguiente canto, proveniente del distrito de Tambobamba y difundido por Arguedas, es un bello ejemplo:
El río de sangre ha traído
a un amante tambobambino,
sólo su tinya está flotando,
sólo su quena está flotando.
[...]
I [y] la mujer que lo amaba
su joven idolatrada
llorando llora
mirando desde la orilla
sólo la tinya flotando
sólo la quena flotando.
Una teoría que intenta explicar el carácter melancólico de la música andina es mencionada por Delgado Vivanco. Según esta, antiguamente, el gobierno de los incas dispuso la movilización o desplazamiento de muchos pueblos, incluidos los de Cotabambas y sus alrededores, y esto creó un sentimiento de desarraigo. “El mal de ausencia, la tristeza, el dolor nació en esos trasplantes tremendos que ejecutaban a menudo los señores del Tawantinsuyo [nombre del territorio que ocupaba el Imperio incaico] [...] Parece que este régimen en general engendró este temperamento propicio a los desgarres del alma”. Puede añadirse que, incluso en la época colonial, cuando el Perú actual formaba parte del reino de España, los pueblos de estas zonas fueron agrupados en las llamadas “reducciones”, y que durante la Guerra del Pacífico, que enfrentó al Perú y a Chile a finales del siglo XIX, muchos de los antiguos pobladores de la zona tuvieron que dejar su terruño para ir a pelear en los campos de batalla.
La melancolía del huayno puede alcanzar gran belleza. El mismo Arguedas, nacido en Apurímac y considerado el mayor escritor indigenista peruano, lo llama “voz y expresión más legítima del Perú indio y mestizo a través de todos los tiempos”. El Imperio incaico cumplió un papel muy importante en estas tierras, lo cual se evidencia en la sensibilidad y espiritualidad del temperamento de sus habitantes.
“En la época incaica, Cotabambas, por ser cuna de minerales, fue la base socioeconómica del Imperio”, afirma el investigador Montes Ataucuri. Los ancestros de los actuales pobladores de la región fueron grandes expertos en metales. Además de los yanawaras, estaban también los cotapampas okutaqpampa, probablemente uno de los señoríos más experimentados en extraer del suelo el oro, la plata y el cobre.
Aún quedan en estas tierras vestigios de los batanes donde se molían los minerales recién extraídos de la mina. Hay también evidencias de hornillos de barro cuyas paredes, continúa el mismo investigador, “tenían agujeros por donde ingresaba el aire que avivaba el fuego, para lo cual utilizaban como combustible el carbón o estiércol de llama”. Sobre los kutaqpampa escribió en el siglo XVI el cronista español Pedro Cieza de León. “Los incas reconocieron el valor de sus trabajos y trasladaron a los mejores orfebres al Cuzco y a otros lugares importantes”, afirmó en su Crónica del Perú.
La historia del Perú prehispánico es un recuento de guerras y sometimientos, del que los ancestros de los cotabambinos también formaron parte. El reino yanawara, por ejemplo, “sometiendo a tribus vecinas a fuerza de lucha consolidó su dominio total en gran parte del actual territorio de Cotabambas”, señala Montes Ataucuri.
El escritor arequipeño César Vásquez Chávez, en su Historia del Perú, afirma:
Los yanawara, en su ruta desde la provincia de Cotabambas (Apurímac), hacia la costa, dejaron sus huellas a través no solo del camino que hoy existe; sino principalmente de sus colonias o enclaves que en su ruta al mar dejaron [...] en la actual provincia de Caylloma [Región Arequipa] tras el volcán Chachani.
Es decir, los antiguos pobladores de esta zona habrían llegado hasta la región que hoy llamamos Arequipa, en el sur del Perú.
Antes de los yanawaras, afirma Montes Ataucuri, llegaron a Cotabambas los pucarás, buscando acceder a recursos de los que no disponían en su lugar de origen, en la meseta del Collao (actual Región Puno). Esto sucedió en el llamado Horizonte Temprano, entre los años 500 a. C. y 300 d. C., mucho antes del Imperio incaico. “Los señores del Collao venían porque siempre ha habido tiempos de hambruna y sequía. Habrían venido por […] productos, plantas medicinales […]”, cuenta Emiliano García, profesor del distrito de Haquira, en Cotabambas.
El panorama prehispánico de esta provincia, sin embargo, aún no está completo. “Desde que yo tengo uso de razón, me he preguntado quiénes somos”, continúa el profesor García. “Decían siempre ‘nosotros somos chancas’…pero en realidad nosotros no habíamos sido chancas sino yanawaras”.
Los chancas tuvieron su apogeo entre los siglos XIII y XV, y se asentaron, en parte, en la Región Apurímac. Este pueblo, como asegura la historiadora María Rostworowski, ensanchaba sus dominios con mayor velocidad que los propios incas en el Cusco. “La expansión chanca iba en línea ascendente y tenía forzosamente que enfrentar un día a los cusqueños”, escribe en su Historia del Tahuantinsuyu. En esto, los cotabambinos tendrían un papel central, como se verá.
Los incas estaban interesados en extender su dominio por estas tierras, a las que ellos llamaban Contisuyo (“Región del Poniente”), una enorme área geográfica que incluía, entre otros muchos, los territorios de la actual Cotabambas y sus alrededores.
Es el siglo XIV. Mayta Cápac, soberano inca, acaba de morir. Cápac Yupanqui, su hijo mayor, se ha hecho con el trono. Tras las libaciones y cantos celebratorios, el flamante mandatario e hijo del Sol decide viajar al cerro Huanacaure, en el Cusco; desea hacer un sacrificio, pues el Huanacaure es apu y oráculo. Conocedores de su viaje, los reinos del Contisuyo deciden interceptar al nuevo gobernante y darle guerra. Saben que los incas están, a su vez, determinados a someterlos; pero Cápac Yupanqui ha sido avisado de la situación y los aguarda.
En los últimos días del Imperio incaico, hubo en Cotabambas una batalla importante; el cronista español Pedro Sarmiento de Gamboa cuenta que esta duró desde la mañana hasta el atardecer. Huáscar y Atahualpa, hermanos que se disputaban a muerte el trono, se enfrentaron con sus tropas a orillas del río Cotabambas. Hallándose en situación de inferioridad, las tropas de Atahualpa se retiraron al otro lado del río. Huáscar, satisfecho con su victoria, cometió un error que terminaría por costarle caro: decidió no darles caza. Las tropas de su hermano lo atacaron al día siguiente.
Sarmiento de Gamboa cuenta que las fuerzas de Atahualpa iniciaron una feroz masacre contra Huáscar y sus guerreros, y así llegaron hasta un puente colgante. Este era sumamente angosto, por lo que muchos guerreros de la facción de Huáscar prefirieron saltar al agua y morir ahogados.
En otra versión, durante su retirada, ¡las tropas de Atahualpa cortaron el puente! De esta manera, obligaron a sus enemigos a cambiar el rumbo de su persecución. Fue una emboscada.
El Chaka P’iti (en quechua, “puente cortado”) fue uno de los famosos puentes colgantes de Cotabambas, y estaba hecho de fibra de maguey. Hubo también puentes de madera y de piedra en la región. Garcilaso de la Vega menciona un puente colgante de maguey sobre el río Apurímac que es “el más largo de todos, alcanza 200 pasos de largo [...]. Muchos españoles vi que lo pasaban corriendo a caballo”.
“Y sin se pasar muchos días, se juntaron unos con otros y se dieron batalla, la cual duró mucho espacio y que todos pelearon animosamente”, escribe el cronista Cieza de León, y añade: “Mas, al fin, los de Condesuyo [Contisuyo] fueron vencidos con muerte de muchos de ellos”. Ante esto, los guerreros derrotados regresaron a Cotabambas para juntar fuerzas, y luego, buscaron revancha. Cieza de León dice al respecto: “Mas, aunque los de Condesuyo pelearon hasta más no poder, fueron vencidos [por] segunda vez con muerte de más de seis mil hombres de ellos y los que escaparon volvieron huyendo a sus tierras”.
Cápac Yupanqui persiguió a los fugitivos y les dio guerra hasta que, finalmente, ellos lo reconocieron como Señor, tal y como habían hecho otros pueblos. De esta forma, aunque hubo nuevas sublevaciones en las décadas siguientes, las tierras que hoy forman parte de Cotabambas y sus alrededores se incorporaron al Imperio incaico.
Aún hoy se pueden ver en Cotabambas vestigios de la red de caminos llamada Qhapaq Ñan o “camino del Inca”. De acuerdo con el profesor Montes Ataucuri, se encuentran cerca del centro poblado de Ccarancca, y en el camino entre Cusco y Qochasaywas. Jorge Merino, exministro de Energía y Minas del Perú, afirma que uno de estos caminos pasaba por Tambobamba, la capital actual de Cotabambas, y que allí se había instalado un tambo o albergue para mensajeros y viajantes.
Tiempo después de los sucesos arriba descritos, muchos antiguos cotabambinos, ya incorporados al Imperio, lucharon codo a codo con los incas, esta vez contra los temibles guerreros chancas.
Como se indicó, los chancas eran quienes frenaban la expansión del Imperio incaico. Hacia 1438, 20.000 guerreros del Contisuyo se unieron al Inca para la confrontación final con los chancas. Tras la victoria, el lugar de la batalla, en la actual Región Cusco, pasó a llamarse Yawarpampa o “pampa de sangre” en quechua.
El encuentro de Europa con América, en el siglo XVI, trajo como resultado la desaparición del Tawantinsuyo y grandes cambios para los pobladores de esta zona. A partir de 1571, más de cien asentamientos precolombinos de Cotabambas fueron organizados en quince reducciones coloniales, afirma Montes Ataucuri.
Los metales preciosos fueron uno de los intereses principales de los españoles. “Los primeros años de la conquista fueron de ávida rebatiña de las riquezas del Imperio incaico”, apunta el estudioso Mario Samamé Boggio en su obra El Perú minero. “Solo cuando el despojo de templos, palacios y tumbas comenzó a mostrar signos de agotamiento, se pensó en las minas”. Fue el inicio de la minería colonial en el Perú.
La mencionada mina de oro Qochasaywas, por ejemplo, durante el Imperio incaico estuvo vinculada con el Cusco a través de los caminos incas, y en esta etapa, su explotación prosiguió. Hacia 1640, era trabajada por mineros portugueses, pero la Inquisición de Lima los expulsó del Virreinato del Perú en 1642 y la mina fue abandonada. Casi 250 años después, fue “redescubierta” por otro portugués, de apellido Rodríguez. A inicios del siglo XX, la compañía Cotabambas Auraria administraba la mina y empleaba como pista de aterrizaje la planicie de Huanacopampa, en el actual distrito de Challhuahuacho, en Cotabambas. Se le considera uno de los primeros aeródromos del Perú.
La mencionada mina de oro Qochasaywas, por ejemplo, durante el Imperio incaico estuvo vinculada con el Cusco a través de los caminos incas, y en esta etapa, su explotación prosiguió. Hacia 1640, era trabajada por mineros portugueses, pero la Inquisición de Lima los expulsó del Virreinato del Perú en 1642 y la mina fue abandonada. Casi 250 años después, fue “redescubierta” por otro portugués, de apellido Rodríguez. A inicios del siglo XX, la compañía Cotabambas Auraria administraba la mina y empleaba como pista de aterrizaje la planicie de Huanacopampa, en el actual distrito de Challhuahuacho, en Cotabambas. Se le considera uno de los primeros aeródromos del Perú.
Para referirse al trabajo minero durante la época colonial, las autoridades españolas usaron el mismo nombre que los incas habían acuñado para su sistema de trabajo periódico obligatorio: la mita. Cotabambas, por ejemplo, contribuyó con mano de obra para las minas de azogue (nombre que se le daba antiguamente al mercurio), y una gran cantidad de sus habitantes trabajaron en la mina de Santa Bárbara, en la Región Huancavelica. Un documento de 1796 deja testimonio de esta práctica: “Lista de los sincuenta y cinco Yndios [cincuenta y cinco indios] que ban [van] a trabajar a la Real Mina de Azogue de la Villa de Guancavelica [Huancavelica] desde ese partido de los Cotabambas”. Las minas de la Colonia fueron inseguras y peligrosas. El profesor Emiliano García asegura que muchos cotabambinos se exiliaban o pagaban dinero para evadir la mita.
Tendrían que pasar varios siglos para que la palabra ‘minería’ empezara a tener asociaciones más positivas.
En 1821, el Perú declara su independencia frente a España, y se inicia el periodo republicano. La batalla que significó el final del dominio colonial español ocurrió en 1824 en la Región Ayacucho, en la sierra central peruana. Según el investigador Fred Arredondo, en la batalla que lleva ese mismo nombre estuvo presente un batallón de cotabambinos, y añade que “los que regresaron triunfantes hicieron corridas de toros y grandes fiestas”.
La historia, sin embargo, no se aquieta.
Chile, país vecino del sur, le declara la guerra al Perú en 1879 y da inicio a la llamada Guerra del Pacífico. Durante el conflicto, muchos cotabambinos estuvieron presentes en lejanos campos de batalla y destacaron por su heroísmo. Se reforzaba así una idea que aún hoy enorgullece a sus habitantes: Cotabambas figura entre las provincias más patriotas del Perú. Uno de estos cotabambinos fue el sargento Antonio Ccasani, quien luchó en la campaña terrestre de la guerra junto al valeroso “Brujo de los Andes”, el general Andrés Avelino Cáceres, cuyo valiente ejército estaba armado con palos en vez de cañones y fusiles.
“Se cuenta que en la escuadra patriota se acostumbraba movilizar auquénidos (llamas), las cuales colocaban adelante como escudo de defensa y atrás marchaban los [...] caceristas [soldados de Cáceres] camuflados por la barrera de bestias. Con esta estrategia hicieron morder el polvo de la derrota a los invasores”, escribe Edmundo Montes Ataucuri.
Además, varias comunidades de la zona formaron sus propios contingentes y se unieron al batallón “Zepita”, integrado por cusqueños. Hay una razón para ello: Cotabambas formó parte de la Región Cusco hasta 1873, y comprendía un territorio más extenso que el actual. La historia política de la provincia ha tenido varios altibajos, como se verá.
La provincia de Cotabambas fue fundada como tal en 1825 por el gobierno del general libertador Simón Bolívar, y en 1873, pasó de pertenecer a la Región Cusco a la Región Apurímac. Unos años después, empero, Cotabambas desapareció. El nombre de la provincia fue eliminado en 1919 por el régimen del entonces presidente Augusto B. Leguía, y la provincia pasó a llamarse Grau. Esto fue una represalia por el asesinato de Rafael Grau, ocurrido dos años antes. Este político era hijo del almirante Miguel Grau, héroe peruano de la Guerra del Pacífico, y estaba buscando ser reelegido como diputado por Cotabambas. En su libro Grau o Montesinos en la Historia, el profesor Waldo Valenzuela Zea narra el hecho que hizo “desaparecer” a Cotabambas:
Era proyecto de [Rafael] Grau, cambiar la capital de Tambobamba [capital de la actual provincia de Cotabambas] a la ciudad de Chuquibambilla. Tuvo como contendor político a Santiago Montesinos, que tenía mucha influencia personal y familiar en Tambobamba. Cuando Grau anunció su visita a Apurímac, la familia Montesinos armó gente de su confianza [...] [L]os Montesinos interceptaron a Grau en Palccaro y hubo un tiroteo, resultando muerto Rafael Grau [...]. La noticia [...] causó gran conmoción en Lima y en el Cuzco.
El gobierno de Leguía, para rendir un homenaje post mortem al político fallecido, le puso su apellido a estas tierras. Así, la provincia de Cotabambas pasó a llamarse provincia de Grau. Esta situación duró hasta 1960, cuando Cotabambas reapareció, con sus límites actuales, y Grau pasó a ser una provincia contigua, con capital en Chuquibambilla.
Santiago Montesinos, rival político de Grau, perteneció a una familia de Cotabambas que fue dueña de grandes haciendas, como Pamputa, Ollabamba y Matalla, entre otras. Los Montesinos, junto a otras familias, formaron parte del fenómeno que se conoce con el nombre de “gamonalismo”, el cual se extendió por el Perú a partir de la segunda mitad del siglo XIX y trajo como resultado, en parte debido a acciones ilícitas y abusivas, la expansión de las tierras, la riqueza y el poder de un grupo reducido de familias, que en algunos casos, “llegaron a tener incluso ejércitos propios”, como escriben Gisselle Meza y Gonzalo Valderrama en su artículo académico Turupukllay: La corrida del señor gobernador.
Muelas del tradicional molino de la familia Alarcón en la comunidad de Arcospampa-Congota, distrito de Mara. Hasta hace unos años, molía trigo y cebada para la preparación de pan.
En “La Despensa”, agosto de 2015, al comienzo del ritual de los augures agrícolas.
Trabajos con chakitaklla, o arado de pie, herramienta prehispánica indispensable y aún vigente para los trabajos comunales en la chacra. Distrito de Challhuahuacho, 2007.
Los llamados “gamonales”, sin embargo, fueron también grandes comerciantes y exponentes de la cultura ganadera. La hacienda Orqontaki, por ejemplo, perteneciente a la familia Arredondo de Haquira, tuvo en su época de esplendor 17.000 hectáreas de extensión, donde se criaban cerca de 12.000 alpacas. Como dato curioso, en las décadas de 1940 y 1950, se favoreció en Orqontaki la crianza de alpacas blancas, pues las chompas hechas de su lana se habían puesto de moda, en parte, gracias al cantante y actor estadounidense Frank Sinatra, quien las usaba asiduamente.
Los Montesinos fueron “guitarristas y enamorados consumados de la región”, escribe Valenzuela Zea. En Cotabambas y sus alrededores, aún se recuerdan las fiestas que organizaba antiguamente esta familia. Varios de sus integrantes, en especial los hermanos Aurelio (“Aulico”) y Alejandrino (“Alancho”), son considerados hoy personajes pintorescos, e incluso han pasado al imaginario popular como parte de leyendas románticas. En su libro Las elites cusqueñas, José Tamayo Herrera y Eduardo Zegarra afirman que “‘Alancho’ era un bandolero y montonero romántico”.
Los Montesinos y otras familias influyentes practicaban también el abigeato o robo de ganado, aunque entendido muchas veces como una suerte de “deporte”. El profesor cotabambino Felipe Roldán asegura que muchos gamonales “no robaban porque necesitaban, sino como [pasatiempo]”. Todo esto contribuyó a que, a inicios del siglo XX, se hablara de las “tierras bravas” de Chumbivilcas, Grau y Antabamba, por el alto índice de violencia asociada con el abigeato. El robo de ganado en estos parajes era un problema mayúsculo, y hacia 1988, cuando el grupo terrorista Sendero Luminoso asomó en esta provincia, el escenario lucía desolador.
Esta situación, afortunadamente, no duraría mucho.
El investigador Froilán Arredondo dice que, si bien actualmente aún hay descendientes de los gamonales en Cotabambas, al elegir a sus autoridades, la mayoría de la población vota por comuneros (miembros de las comunidades) o descendientes de comuneros. “Los últimos cuatro alcaldes han sido de comunidades”, afirma. Este empoderamiento es una tendencia creciente, y es importante para esta región que, hasta finales del siglo XIX, veía a la mayor parte de sus pobladores sumidos en el atraso. El profesor Zenón Arredondo dice que, en aquel entonces, la mayoría de cotabambinos no sabía leer ni escribir. Hasta hace solo unos años, Cotabambas era un enclave de pobreza; pero esa situación está cambiando poco a poco.
Ángel Villafuerte, periodista y vecino de Cotabambas, menciona que, en comparación con otras provincias de Apurímac, la mayoría de habitantes de la zona permanece en su tierra y no piensa necesariamente en migrar a las grandes ciudades. Desde el año 2005, un factor adicional ha contribuido a evitar la migración. “Cotabambas aparece como protagonista en el contexto regional y en el nacional por la presencia del proyecto minero Las Bambas”, afirma Villafuerte. Una nueva historia empieza a contarse.
Después de este recorrido por el territorio y la historia de Cotabambas y sus alrededores, es probable que el visitante culmine su viaje en aquel entrañable elemento del paisaje andino llamado abra, un corte transversal en la cadena de montañas, desde donde se contempla el lugar que se está dejando. “Es el abra el último lugar de donde se divisa el pueblo amado en cuyas calles de serpiente buscan en vano ansiosos los ojos al amante que se deja”, escribe Edmundo Delgado Vivanco, y también lo recuerda esta bella canción popular cotabambina:
Búscame pues con tus ojitos
el abra por donde me he de ir
y cuando por fin no me halles
dirás que me he ido por lo que me hacías sufrir.
En el abra por donde me iré
está creciendo el helecho
para qué habría crecido
para separarme como ahora.
El regreso a Tambobamba desde Porotopampa, donde se celebra la fiesta del t’ikapallana. Al fondo, se vislumbra la capital de Cotabambas.
“¡Ver a nuestro pueblo desde un abra, desde una cumbre donde hay saywas de piedra y tocar en quena o charango o en rondín un huayno de llegada! Ver a nuestro pueblo desde arriba, mirar a su torre blanca de cal y canto, mirar el techo rojo de las casas, sobre la ladera o en la loma o en la quebrada, los techos donde brillan anchas rayas de cal; mirar en el cielo del pueblo, volando, a los killinchos y a los gavilanes negros, a veces al cóndor que tiende sus alas grandes al viento; oír el canto de los gallos y el ladrido de los perros que cuidan los corrales. Y sentarse un rato en la cumbre para cantar de alegría”.
José María Arguedas, escritor apurimeño.
Yawar fiesta
María Isabel Granda y Larco, conocida como Chabuca Granda y considerada una de las grandes cantautoras latinoamericanas, nació el 3 de septiembre de 1920 en un asentamiento minero de oro, cerca de la laguna de Qochasaywas, en la provincia de Grau, antiguamente parte de Cotabambas. Sobre su nacimiento, dijo:
He visto la luz muy cerca del sol de los incas, a las nueve y treinta de una mañana soleada, entre vetas de oro, amor y sacrificio [...] Allí nací, soy, pues, hermana soberbia y orgullosa de los cóndores, nací tan alto que solía lavarme la cara con las estrellas […].
Su padre fue el ingeniero de minas Eduardo Antonio Granda San Bartolomé. Chabuca Granda vivió a partir de los tres años en Lima, donde desarrolló su carrera musical. Temas de su autoría, como La flor de la canela o Fina estampa, son consideradas parte esencial del cancionero latinoamericano. Su composición El dueño ausente está dedicada a la señora Aurelia Canchari, una paisana de la región donde nació.
Chabuca Granda en su primera infancia junto a sus padres, Eduardo e Isabel Larco, al borde de la laguna Qochasaywas, distrito de Progreso. Teresa Fuller, hija de la compositora criolla, dice que su madre hablaba quechua con sus pequeñas amigas y que se adaptó al páramo altoandino.